Editorial Hoy
La desesperación por hambre en territorios próximos a causa de la ingobernabilidad en Estados fallidos impulsa éxodos que aun mereciendo una reacción humanitaria desde el exterior, permiten a cualquier Gobierno receptor de megaincursiones mantener intransitables sus límites soberanos.
Y aun más: a demandar de mecanismos multilaterales las acciones directas imprescindibles para extirpar focos de desestabilización: caso Haití, entre los más presentes.
El concierto de naciones, y República Dominicana en particular, están facultados a restringir oleadas migratorias por causas externas a sus jurisdicciones como las que conmocionan actualmente al oeste de la isla.
No es asunto de pagar en alto precio las repercusiones del caos y pérdida de control en vecindades que ameriten intervenciones y ayudas de procedencia múltiple, incluso fuerzas de paz, como antes.
Los principales pasos hacia el Haití descalabrado como colectividad que perdió su norte, sumido en la ineficacia gubernamental y en bandas criminales, deben consistir en envíos de ayuda de subsistencia con instalación en su territorio de algunos servicios asistenciales y de reforzamiento de la seguridad.
Donarles hospitales de campaña, que los hay magníficos recibidos por el país caritativamente sin darles uso, colocándolos al otro lado.
Las autoridades de inmigración dominicanas deben, efectivamente, estar respaldadas al interponer barreras al ingreso y presencia no regulada de migrantes haitianos.
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