Por: Joan Leyba Mejía

Periodista, diplomado en Gestión de la Comunicación Corporativa, Gerencia Política y Gestión de Gobierno, Psicología Clínica y Gestión Humana, cursa la carrera de Derecho y es miembro fundador y Gestor de Proyectos de la Fundación Psicológica Creando Química (CQ).

El proceso de degradación política progresiva que viene arrastrando el país en los períodos en que el Partido de la Liberación Dominicana, al mando de las instituciones del Estado ha dirigido los destinos de todos, es una especie de virus infectocontagioso que daña cuanto toca y se extiende como gas sarín por los segmentos sociales. A  tal puto, que ser moral y ético en esta tierra de Duarte y Luperón, causa profunda molestia en aquellos que han construido sus  fortunas, a costa de la miseria ajena.

Estos lustros en que los alumnos aventajados del escritor de la “Mañosa” imponen a la fuerza sus criterios y juegan sin razón a la eternización de un sistema descompuesto moldeado a imagen de su sed de dinero mal habido. Escasean hombres pulcros, que habiéndose formado a la luz del circulismo y a la sombra de ese hombre admirable que abreva en aguas mansas. El sabor condimentado del erario público, les borró de la memoria la prédica incesante del caudillo vegano, que prefirió ser un proscrito errabundo,  a usar el poder en detrimento de los humildes.

Bosch, que abandonó su patria, y hasta el partido que junto otros prohombres de la historia criolla coadyuvó a fundar en la Habana, con el propósito de crear una casta noble que fuera al poder a servir y no a servirse de él. Jamás imaginó que sus usufructuarios serían un grupo de carroñeros encumbrados que promoverían desde su gobierno, los vicios que provoca la acumulación originaria desde las arcas públicas.

Esos tipejos, que antaño hormigueaban las calles y callejones de campos y ciudades con apariencia mendicante, son hoy  jerarcas ostentosos que a fuerza de saquear la Nómina Pública, exhiben abundante patrimonio y aplastan cualquier ruido con misión esclarecedora de sus actos execrables. Caminando sin memoria, despidiendo un olor nauseabundo que causa aturdimiento a cualquiera que tenga bien puesto el juicio.

Ya no les afecta transitar el barro, porque el rechín que expulsan sus acciones, es  solo comparable con la fetidez que vierten las aguas cloacales. Y es que, para ser honesto, el fango no los ensucia, ellos son el fango. Y han hecho del Estado, un cuerpo gangrenoso al que exprimen inmisericordemente para extraer la secreción que se cuece en la intríngulis del poder desmedido y avaro cuales aves de rapiña.

Sus gobiernos se destacan por tener los ratings más altos en materia de corrupción, narcotráfico, trata de personas, aumento de la delincuencia, un sistema de salud deplorable, la baja significativa de la calidad educativa, el descrédito y retroceso del sistema de justicia, sobornos, impunidad, falta de régimen de consecuencia y, como si no fuera suficiente, el incremento del desempleo formal y un sistema de seguridad social y ciudadana altamente deficientes.

Son expertos en la utilización de los recursos del pueblo para la compra de conciencia, envilecedores de incautos y promotores de la ignorancia como mecanismo electorero. Y en su afán de menguar las posibilidades de alternancia, ha pactado con lo peor y se han convertido en algo repugnante. 

Su lógica de buitres, no les permite detectar su propia putrescencia. Han asumido el estiércol como aroma normal de su gestión. Y tienen como norte lo bajo, lo inmundo y lo sórdido, pero serán desplazados del poder. Pues  como diría el propulsor de la Perestroika Rusa: “hemos pasado por diferentes períodos y también pasaremos por éste”. –Mijaíl Gorbachov-.

Saldremos del hurto, la mafia, la pandilla palaciega, saldremos de Leonel, de Danilo y de todo lo que huela a excremento, porque en definitiva cuando se pase balance en las próximas elecciones, todos estaremos de acuerdo, que aquí, la peste se llama PLD.

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