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JUEVES SANTO

Es la jornada en la que se produce la Última Cena. Jesús reparte pan y vino. Además, lava los pies de sus discípulos.

Con ocasión de Semana Santa, la misa toma un lugar de mayor relevancia al tratarse de la conmemoración anual de la pasión de Cristo, es decir, de la entrada a Jerusalén, la última cena, el viacrucis, la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.

Usualmente, este período de ocho días varía entre marzo y abril, y marca su inicio con el Domingo de Ramos y finaliza el Domingo de Resurrección. A continuación se ofrecen las lecturas y el Evangelio del Jueves 28 de marzo, según el sitio web oficial del Vaticano.

El Jueves Santo es el quinto día de Semana Santa, que comienza el Domingo de Ramos y culmina con el Domingo de Resurrección, marcando los eventos cruciales del sacrificio, la muerte y la resurrección de Jesús. Durante estas fechas, los creyentes conmemoran al Señor mediante rituales, oraciones y reflexiones.

Junto a esta celebración se abre el Triduo Pascual, el período que comienza en la tarde del Jueves Santo y finaliza con la celebración de la Vigilia Pascual, considerados como los días más importantes de esta celebración. Este 2024, conmemoramos la Última Cena el jueves 28 de marzo.

El Jueves Santo, también conocido como Jueves de Alianza, es el día de Semana Santa que se conmemora la Eucaristía, el lavatorio de pies la oración en el huerto de Getsemaní. La Biblia relata que durante esta fecha, Jesús realizó la Última Cena junto a sus doce apóstoles, donde se despidió y anunció que uno de ellos lo traicionaría.

Lecturas del Jueves 28 de marzo de 2024

-Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo

Ex 12, 1-8. 11-14

En aquellos días, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “este mes será para ustedes el primero de todos los meses y el principio del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: ‘el día diez de este mes, tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin levadura y hierbas amargas. Comerán así: con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa, porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor. Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto. Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua’“.

-Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios

1 Cor 11, 23-26

Hermanos: yo recibí del Señor lo mismo que les he trasmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él”. Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Evangelio del Jueves 28 de marzo de 2024

Lectura del santo evangelio según San Juan

Jn 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido. Cuando llegó a Simón Pedro, este le dijo: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?”. Jesús le replicó: “Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Pedro le dijo: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. Entonces le dijo Simón Pedro: “En ese caso, Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos”. Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: ‘No todos están limpios’. Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan”.


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