OPINION
En República Dominicana la gran mayoría de los haitianos están en condición irregular, sin embargo, se les ve trabajando tranquilamente, incluso en obras que ejecuta el Estado.
En violación no sólo a las leyes migratorias, sino también a las leyes de seguridad social y el Código de Trabajo. Así mismo en los campos agrícolas.
Esos obreros no pueden ser inscritos en la seguridad social, y no aportan, pero cuando tienen un accidente o alguna enfermedad usan los servicios públicos.
El Código de Trabajo establece la proporción de al menos 80 % de trabajadores dominicanos y no más del 20 % extranjeros, sin embargo, en sectores como la construcción y la agropecuaria la mano de obra haitiana representa, en muchos casos, cerca del 100 %.
Lo ideal sería que como país hagamos un balance de la cantidad de inmigrantes que necesitamos, y se les dé un estatus regular, que aporten a la seguridad social y otras contribuciones, pero, sobre todo, que puedan vivir en paz y dignidad, sin ser víctimas de empleadores abusivos o agentes extorsionadores.
Lo que pasa es que la migración es como las drogas, mientras más ilegales y perseguidas, más negocio hay con ellas.
Existe un mecanismo bien estructurado. Pagan una tarifa preestablecida a alguien del lado haitiano y quien se encarga de repartir.
Antes eran 3 mil pesos, pero, luego de agudizarse los controles y las persecuciones, esta ya supera los 6 mil pesos. Sigue viniendo la misma cantidad, o más, sólo que ahora pagan el doble. Así funciona el negocio.
Hace unos años se regularizaron más de 200 mil haitianos, pero esos documentos se dejaron de renovar, y aquellos que antes podían ir y venir con toda facilidad y garantía, sin pagar a esas mafias, ahora tienen que meterse en el baúl de un carro y pagar la tarifa.
Por eso también, cuando salen a “recoger haitianos”, estos prefieren pagar hasta 10 mil pesos para que los suelten al doblar la esquina.
No es difícil desmontar esas mafias, como no es difícil acabar con los puntos de droga. El problema es que lo que para muchos son problemas, para otros son jugosos negocios que mueven, en ambos casos, miles de millones de pesos cada año.
EL DIA