Por Yvelisse Prats Ramírez

La reelección es como un cáncer maligno, va carcomiendo y dañando cuanto toca. Se expande en el cuerpo social, al principio sin ruido, deslizándose como un reptil que inyecta su veneno. Destruye, rasga, tritura cuanto se enfrenta. Corroe las conciencias, desdibuja deberes, infla las soberbias, barre los escrúpulos, transforma valores en precios.

La reelección ha sido, en nuestro país, desde que las ambiciones se apoderaron de Lilís, de Báez, Santana, un cáncer con múltiples metástasis que implosiona en el cuerpo social dominicano, carcomiendo energías y consciencias.

Medito el tema, en la sala de espera de otra intentona reeleccionista que embestiría las bases institucionales de nuestra Constitución, permitiendo, otra vez y, en forma consecutiva, que el actual presidente, licenciado Danilo Medina, se repostule. Eso sería abjurar de la palabra empeñada del propio Danilo Medina.

También, porque ya no somos una ínsula aislada, sino parte de un mundo globalizado que evalúa y juzga. El país sufrirá consecuencias negativas, opiniones adversas, porque la reelección significa actualmente, en una época de cambio, aferrarse al pasado, pretender que se escriban con las mismas letras de ayer ya cansadas el presente y el futuro, es petrificar el desarrollo de un país, que como el nuestro, requiere mutaciones urgentes. En la escuela primaria, en mi inolvidable Colegio Santa Teresita, aprendí la primera lección contra las reelecciones, que conocí en carne propia. Nací un año después del inicio del trujillato, y viví 30 años bajo el yugo del régimen, oyendo por las noches el sonido ominoso de las bocinas de los “cepillo” de los caliés, y comentando bajito el alevoso asesinato de las Mirabal.

Juan Bosch me adoctrinó y me blindó contra esa reelección. Grabó en mi memoria el lema de la Revolución Agraria mexicana que el PRD desde su fundación en Cuba en 1939 asumió como propio, “sufragio efectivo, no reelección”, y me he mantenido fiel a su enseñanza. La combatí frontalmente en mi partido de entonces, el PRD, cuando Hipólito Mejía cedió a la tentación y a las presiones de su círculo, y lo intentó en 2004. Lo he mantenido como mantra, lo he enarbolado a lo largo de todo mi accionar político. Por eso, porque es parte de mi equipaje de principios, sin indigencias cómplices, combato ahora, con mis 88 años vividos con prisa y sin pausa luchando para que mi país no sufra, una vez más, la terrible enfermedad que ha retrasado su desarrollo socioeconómico: la reelección.

Como dijo don Juan, en una nación que sufre de arritmia histórica, con parálisis en sus miembros, en sus articulaciones, pereza mental acentuada por la falta de valores, hay que luchar, mejor aún, prevenir la reelección, un cáncer con múltiples metástasis. Para este mal existe un tratamiento, que puede ir más allá de la cura, y vacunar preservando la nación, no solo en el presente sino en el porvenir: el pueblo que conozca su historia, que se niegue a repetir experiencias dolorosas y que con su actitud y su voto consciente diga no a la reelección, no a la repostulación, reivindicando su derecho de ser dueño de su destino.

Fuente Listin Diario