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Por Inés Aizpún

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El fraude no es el resultado, el fraude es el sistema.

Que los contribuyentes debamos pagar 3,000 millones de pesos por unas primarias. Un asunto interno que se debió haber resuelto (en un sentido o en otro) entre las paredes de su cuartel general.

Son unas elecciones primarias. No son las elecciones generales, aunque la pataleta del perdedor haya contagiado del síndrome de la estafa electoral a todo un país. Antes eran los palitos y el robo de urnas, ahora el algoritmo.

El presidente de un partido acusa a su propio partido de robarle unas elecciones internas con la complicidad de la Junta Central Electoral. Eso son palabras mayores que la Junta no debió permitir desde el momento en que fueron pronunciadas.

El grupo de Fernández pide la presencia del cuerpo diplomático, llama a salir a las calles, a rodear la JCE. Antes había rodeado el Congreso. Es un Fernández que ha vuelto a unas barricadas en las que probablemente nunca estuvo.

(¡Son elecciones internas! Imaginemos que los leonelistas hubieran llegado a mayo y perdieran las elecciones.)

El fraude no es el resultado, es el sistema. El dinero que deben mover los candidatos para figurar en las listas de los partidos. El dinero para mover a votar, la compra de cédulas (sistema tan rudimentario como improbable)… Eso es lo que hace que esta democracia sea poco democrática.

Sí, es verdad: que unas veces el Estado ayude a ganar y otras impida el triunfo es un problema.

Ese es el fraude. Una veces nos gusta y otras no…

Fuente Diario Libre

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