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Por Orlando Jorge Mera

Desde la caída de la tiranía en 1961 hasta hoy, han transcurrido 58 años. En todo este tiempo, solo hemos tenido tres presidentes que nunca optaron por su reelección: Juan Bosch, Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco. Son demócratas a carta cabal. La historia todavía no ha juzgado en su verdadera dimensión el aporte silente que estos tres presidentes han hecho a la democracia dominicana.

Solo hay que recordar que el presidente Bosch logró aprobar la Constitución de 1962, que ha sido calificada como de “avanzada”, y su aprobación se debió a que tenía en el Congreso una mayoría importante que le permitió introducir estos cambios. El golpe de Estado de 1963 le impidió convertir en realidad su Constitución. Luego, la historia es ampliamente conocida.

Independientemente del respeto y consideración que se debe tener, y tengo, a Bosch, no menos cierto es que Bosch no fue el único presidente antirreeleccionista dominicano, luego de la caída de la tiranía en 1961. En alguna medida, tras 18 años del PLD, es posible que este partido pretenda establecer su propia historia, pero no podrá distorsionarla. La verdad siempre se impone.

Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco fueron los otros dos presidentes dominicanos que no buscaron la reelección presidencial, pudiendo hacerlo, pero no lo hicieron. Ahí está la grandeza de ambos, que, a pesar de que la Constitución de la época, que era la de 1966, les permitía incursionar en campañas reeleccionistas, no lo hicieron. Independientemente de que el PLD pretenda contar su historia, estos hechos no podrán ser borrados de la memoria histórica del país.

Frank Moya Pons, que es de los pocos historiadores dominicanos que ha abordado y analizado los gobiernos dominicanos de las décadas de los ochenta y los noventa, lo dice muy claramente en su Manual de Historia Dominicana (2013): “Cuando Guzmán se dio cuenta de que ya no podía ser el candidato de su partido para un segundo período presidencial, trató de imponer la candidatura de su vicepresidente, Jacobo Majluta” (p. 536), lo que es ejercicio de democracia. La realidad entonces es que Guzmán no se presentó a la reelección presidencial, y esto es lo que cuenta. Sus condiciones de demócrata prevalecieron sobre cualquier otro interés.

“Aunque Jorge Blanco siguió siendo ampliamente respetado por sus valores democráticos y por su intención de no buscar la reelección” (p.546), afirma Moya Pons, con lo cual establece claramente que Salvador Jorge Blanco fue siempre antirreeleccionista, lo que también queda confirmado con el proyecto de reforma constitucional que fue depositado en el Congreso Nacional en agosto de 1982, que lamentablemente no fue conocido, por las luchas intestinas de su organización política.

Honrar, honra. Mi reconocimiento a Juan Bosch, Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco.

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