Por Antonio Almonte
Les llegó su hora
Las masivas movilizaciones de jóvenes y grupos familiares en las principales ciudades del país, reclamando respeto a la democracia, así como la renuncia de las autoridades y funcionarios principales de la Junta Central Electoral, revelan una profunda y creciente deslegitimación social del PLD, del Gobierno de Danilo Medina y del arbitraje electoral nacional.
Esas impactantes manifestaciones, que iniciaron sin convocantes ni lideres específicos, se han extendido a las principales ciudades del país y están estremeciendo los cimientos del Gobierno de Danilo Medina, y dejando a los principales sectores fácticos y de poder económico desorientados y en serias dificultades para armar los consabidos diálogos de mediación en un contexto en el cual los interlocutores ya no son – exclusivamente- las dirigencias políticas tradicionales, ni gremios populares hoy seriamente debilitados.
En resumen, los partidos políticos no convocaron ni organizaron lo de la Plaza de la Bandera, ni las manifestaciones en el interior del país ni tampoco el estruendoso cacerolazo del viernes en la noche. Consecuentemente, no pueden desconvocar lo que no han convocado.
Ahora bien, si debemos reconocer que Luis Abinader, contra pronósticos y percepciones inició hace cerca de tres años una campaña por el cambio político. La dotó de logos, línea gráfica y un ingente programa de encuentros sectoriales y comunitarios de “escuchando la gente”. No me olvido de aquel emotivo conversatorio al aire libre en la comunidad Licey, próximo a Villa Mella.
Y lo más impactante fue el temerario – por el riesgo a su salud- y maratónico recorrido durante de diciembre a febrero municipio por municipio, en todo el país.
Ese extraordinario despliegue de energía y consagración de Abinader, hizo crecer hasta desbordarse la ola nacional por el cambio. El resultado fue una modificación radical en el mapa de preferencia electoral para el 16 de febrero, que se expresó en las propias encuestas hechas por el Gobierno.
La única “salida” para los genios del PLD fue sabotear las elecciones, es decir, el chacumbelismo político, que hoy cobra réditos en la plaza de la bandera y los cacerolazos. Simplemente, al PLD y Danilo les llegó su hora.
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Fuente El Nacional