Por Gregorio Montero
Con frecuencia se escucha decir que para ocupar un cargo en la Administración Pública se debe tener vocación de servicio, pero pocas veces nos detenemos a analizar con cierta profundidad el concepto y sus implicaciones para las personas y su entorno. La palabra vocación proviene del
vocablo latino que se lee vocatio, por medio el cual los religiosos explicaban, y aun explican, el llamado hecho por Dios para divulgar y predicar la fe divina; de hecho, la Real Academia Española, dentro de una de las acepciones, define vocación como la inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de la religión.
En sentido general, el concepto de vocación hoy día está asociado a la inclinación que muestran los individuos por ejercer una determinada profesión, oficio o actividad, por la cual sienten motivación especial y suficiente, y para cuyo ejercicio cuentan con las condiciones, actitudes y aptitudes que se requieren. La vocación es una condicionante de que podamos realizar nuestras actividades, cualesquiera que sean, con entusiasmo y entrega, pues las mismas no representan una carga adicional, nos sentimos a gusto, incluso, muchas veces, sin pensar en la contra prestación o recompensa; llevar a cabo tareas para las que se tiene vocación produce una sensación de satisfacción y bienestar que hace que las personas se sientan realizadas.
Es importante acotar que la vocación está determinada por ciertas características personales, como la personalidad, las habilidades y las capacidades, en cuyo proceso de configuración se reciben influencias familiares, educativas, culturales y sociales.
Es vital que las personas descubran e identifiquen su verdadera vocación; existen unos indicadores naturales que contribuyen a ello, pues demuestran que se tiene vocación para algo, los que se ponen de manifiesto cuando se tiene el deseo profundo de hacer las cosas, cuando se experimenta satisfacción interior, cuando la motivación y la ilusión afloran, cuando el esfuerzo para hacerlo bien es pleno, sin que represente para el que lo hace sacrificio alguno.
En adición, el concepto de servicio, visto desde el interés de este artículo, está referido a la acción de servir, asistir, ayudar, cumplir una misión, realizar un trabajo, etc.; servir implica ser útil a una causa o propósito; la acción de servir está determinada, fundamentalmente, por el amor, la convicción y la consideración. Incluso, aun en los casos en que la condición de servidor es el resultado de una formalidad jurídica, como es el caso de los servidores públicos, si esas condicionantes no están presentes jamás se podrá ofrecer de forma adecuada el servicio.
En consecuencia, cuando se habla de vocación de servicio se hace referencia a las condiciones y características que reúnen ciertas personas para servir a los demás con entrega y entusiasmo; la vocación de servicio muestra la predisposición para ayudar y satisfacer necesidades de otros con ostensible desprendimiento.
Estas características adquieren mayor relevancia cuando de la función pública se trata; hay que recordar que el concepto de función pública está asociado a servicio público, servicio civil, empleo público, etc., y se asume como el conjunto de normas, principios, sistemas, actividades y personas mediante las cuales se desarrollan las actividades administrativas del Estado, con miras a la prestación de los servicios públicos y al cumplimiento de sus fines.
En este orden, el recurso más importante con que cuenta la función pública son las personas que desde ella deben servir a los intereses generales de la sociedad, al bien común. Los servidores, empleados o funcionarios públicos, como queramos llamarles; de cualquier manera, un servidor público es toda persona física que ha sido designada para desempeñar un cargo público. Ese cargo está descrito, entre otras cosas, como actividades que están dirigidas a contribuir con la solución de problemas y a atender derechos y requerimientos de los ciudadanos.
La actuación de todo servidor público debe estar conectada con las esperanzas y expectativas de los usuarios de los servicios públicos; por eso, la labor de un servidor público suele ser equiparada con la de un verdadero sacerdote.
Dada la misión que deben cumplir los servidores públicos, la vocación de servicio constituye para ellos una característica, un principio y un valor a la vez, pues las funciones a su cargo exigen entrega por los ciudadanos, quienes tienen derecho a ser servidos, y, además, a través del pago de impuestos, hacen posible que dichos servidores reciban una retribución por sus servicios.
De hecho, la Ley No. 41-08, de Función Pública, establece en su artículo 77.10, refiriéndose a los principios rectores que rigen el Régimen Ético y Disciplinario de los Servidores Públicos dominicanos, que la vocación de servicio de estos se manifiesta a través de acciones de entrega diligente a las tareas asignadas e implica disposición para dar oportuna y esmerada atención a los requerimientos y trabajos encomendados.
Por lo dicho hasta aquí se debe entender que la vocación de servicio es esencial, como atributo de los servidores públicos, pues están llamados a servir con denuedo al Estado y a la sociedad.
La función pública debe nutrirse de ciudadanos y ciudadanas que tengan conciencia para entender que con su labor como trabajadores estatales deben y pueden mejorar la vida de la gente. No puede ser un servidor público todo el que lo desee, sino el que reúna las condiciones necesarias, dentro de ellas la que le permita desempeñar sus funciones con pasión y orgullo, con calidad y calidez, sabiendo que su razón de ser son las personas.
La vocación de servicio en la función pública lleva al servidor a colocar en un plano secundario sus intereses personales respecto de los intereses colectivos, lo aleja de la corrupción administrativa, genera la confianza necesaria de la sociedad en las instituciones públicas. Un servidor público con vocación de servicio es garantía de bondad, moralidad y responsabilidad; para ser un buen servidor público no son suficientes los títulos y los conocimientos, la vocación de servicio es la que permite que estos sean ejercidos dignamente, y que con dicho ejercicio se agregue valor público.
En nuestro país deberíamos entender todos con claridad que la vocación más cimera que podemos exhibir es la del servicio público, en consecuencia, la condición de servidor público debe estar reservada exclusivamente para aquellos que en verdad estén adornados por dicha vocación. Los demás no deberían ni siquiera intentarlo, o en un gesto de sinceridad, apartarse, quienes ya están. La vocación de servicio, sin duda alguna, motiva al servidor público a vivir para servir a la sociedad, lo que, al aceptar libremente el cargo, se debe convertir, sin excusas, en su inspiración mayor.