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Por Manuel Morales Lama

En la actualidad, la diplomacia cultural permite potenciar la efectividad de la diplomacia en áreas esenciales de las relaciones internacionales.

La diplomacia cultural es un novedoso recurso que permite utilizar el acervo y potencial cultural de la nación en beneficio de sus relaciones exteriores.

Asimismo, el intercambio comercial, la cooperación económica y los diversos proyectos de integración, suelen necesitar de la diplomacia cultural para avanzar en la dirección deseada.

Por el contrario, el desconocimiento de la realidad sociocultural de los países del entorno puede ser muy perjudicial. Los prejuicios, las visiones y opiniones parciales, cuando no distorsionadas, de algunos países en relación a otros, dificultan e incluso inhiben las relaciones de confianza imprescindibles para acordar y ejecutar proyectos de cooperación e intercambios comerciales (Arrosa Soare)

El prestigio cultural de un país es un componente básico del denominado poder suave o blando (“soft power”), cuya importancia resulta fundamental para la construcción de “una imagen internacional consistente y favorable a los intereses nacionales”.

Actualmente, constata Taylor, la diplomacia cultural se considera la piedra angular de la diplomacia pública y el fundamento sobre el cual pueden construirse “vínculos de confianza y comprensión mutua entre las naciones”.

La diplomacia pública tiene como propósito esencial proyectar una imagen digna, atractiva y confiable del país, valiéndose de la promoción de su cultura y valores, asimismo, de la difusión de sus puntos de vista y la promoción y defensa de sus intereses. Para su efectividad la diplomacia pública suele contar con la implementación del proyecto “estrategia marca país”.

Con el objeto de implementar la diplomacia pública se suelen instaurar programas de capacitación (teóricos/prácticos) en dicha disciplina, dirigidos al personal que laborará en la misma.

En esa dirección, en los centros académicos de las Cancillerías, suelen ofrecerse, regularmente, programas de estudios en diplomacia pública, que también se imparten en los entrenamientos y cursos de actualización periódica.

Así pues, la formulación de una política exterior debe contemplar objetivos culturales y educativos, promocionando en el exterior “los valores de identidad nacional” culturales, históricos y artísticos, mediante la difusión de las obras de intelectuales y artistas nacionales, del folklore y de otras manifestaciones del arte y la artesanía.

Asimismo, resulta esencial proteger y defender en el exterior el acervo cultural e histórico de la nación y profundizar las relaciones internacionales mediante planificados intercambios culturales. También deben establecerse mecanismos para que los nacionales residentes en el exterior y sus descendientes cuenten con facilidades para mantener el conocimiento y contacto con su cultura e historia.

Sobre todo, debe promoverse la suscripción de acuerdos de cooperación cultural y educativa y para la defensa recíproca de los bienes culturales y artísticos.

En el quehacer de la misión diplomática, la función cultural se ejerce a través de un agregado cultural o bien de un consejero técnico designados para ello. En caso de no ser así, el jefe de misión (generalmente Embajador) podría asignar dicha responsabilidad a un funcionario del personal diplomático de la misión con conocimientos para ello.

Por último, recuérdese que las relaciones culturales resultan esenciales para asegurar la continuidad de los “vínculos de amistad” en períodos críticos de las relaciones entre los Estados.

Manuel Morales Lama

Dossier Diplomático

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