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Orientación Política y Ciudadana

PRM Fomentando principios, valores y hábitos

La integridad política es la capacidad de obrar con rectitud y limpieza, donde cada acto, en cada momento se alinea con la honestidad, la franqueza y la justicia, tenemos la base para una nueva generación de estilo político

“Integridad y Política” dos palabras que unen un sentimiento pedido a gritos por la sociedad y una virtud asequible para cualquier persona. Si entendemos que la integridad política es la capacidad de obrar con rectitud y limpieza, donde cada acto, en cada momento se alinea con la honestidad, la franqueza y la justicia, tenemos la base para una nueva generación de estilo político.

Se puede hacer una política diferente y se pueden tener líderes políticos diferentes, sin embargo para ello requerimos valor. Valor para tomar decisiones ante las urnas, valor para reclamar de forma clara y contundente que no queremos un país envuelto en engaños, fraudes, malversación de fondos, comisiones ilegales y un sin fin de acciones que van en contra de la confianza puesta por el pueblo.

Estamos tan acostumbrados a recibir información sobre casos de corrupción que lo que realmente nos sorprende es que a estas alturas se pillen a los malhechores y no demos importancia a los hechos.

Y la realidad es que ni todos los políticos son corruptos ni todas las personas de un mismo partido político actúan de la misma forma. La diferencia, marca la pauta de que es posible una política distinta. Y para que sea conocida esa forma distinta de hacer política es necesaria una buena comunicación, pues la integridad de todo líder político se refleja en todo lo que hace y es ahí donde su palabra obtiene mayor valor, logrando que lo que dice sea confiable y como reflejo creamos que cumplirá lo que promete. Así es la política, una generadora de ilusiones donde la base de todas ellas se llama confianza.

Si uno hace lo que dice, y a su vez, dice lo que hace, genera reputación y con ella obtiene la tranquilidad necesaria para disponer del tiempo imprescindible para llevar a cabo los proyectos políticos. En política y en lo personal levantar una sólida reputación es realmente difícil, sin embargo perderla es francamente muy fácil.

Las campañas electorales ponen a flor de piel el trabajo implementado durante los últimos años de legislatura, independientemente del lugar que se haya ocupado (gobierno u oposición) y los políticos no deben solo cuidar el resultado final de su trabajo, sino también la forma en que logran sus objetivos electorales.

Lo idílico sería un político honrado que no tuviera que luchar día a día para demostrar que no es como el resto, sin embargo al punto que hemos llegado es complicado que el ciudadano vuelva a confiar si no existen acciones reales de un cambio en la forma de hacer política. Mantener una justificación de la corrupción porque “siempre se ha hecho así” porque “no podemos confiar en los demás” porque “así funciona la sociedad” o porque “todo el mundo lo hace” es la irresponsabilidad política más grave que puede tener un líder político y la sociedad también por asumirlo.

En los partidos políticos, si falla la integridad de las personas, no servirá de nada ningún código ético que postulen. Un partido no vale por lo que dice que acata, sino por lo que hace día a día. Si un partido es liderado por personas integras, la gestión en cada una de las áreas donde tiene cabida se desarrollará con integridad y esto a su vez será un ejemplo en cascada para el resto de la organización. Cuando esto es así, los corruptos no tienen cabida, es el propio organismo quien se encarga de eliminarlos. Es el propio partido, la propia delegación quien promueve la cultura de integridad y quien ira reforzando las actitudes y conductas que desea en cada uno de los militantes, lo que llevará al desarrollo coherente de las personas que integran la organización.

Tener integridad política es el reflejo de saber quién soy, como persona y como político, saber que es lo importante para uno, teniendo la habilidad para mantener las propias convicciones, aun ante presiones contrarias, vengan de donde vengan, dentro y fuera del organismo político a donde se pertenezca, en definitiva, saber controlarse, saber decir “no”.

Tanto los políticos, como los asesores, como los coach estamos obligados a ver en la integridad política la vía para empezar a cambiar las cosas, porque como decía Benjamín Franklin “solo el hombre íntegro es capaz de confesar sus faltas y reconocer su errores” y ésta (la integridad política) la que nos ayude a argumentar nuestras ideas y defender el compromiso que como agentes al servicio de la sociedad debemos asumir con dignidad.

Y para ello se requiere valor.

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Fuente Integridad Política

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