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Por Orlando Jorge Mera 

En los últimos días, el país ha sido golpeado, nuevamente, por una ola de violencia que luce indetenible. El caso más emblemático fue lo sucedido a David Ortiz, estrella del béisbol dominicano, a quien expreso mi solidaridad, y espero su pronta recuperación. Pero, días antes, hasta integrantes de la familia presidencial, no escaparon a la ola de delincuencia que vive el país.

La violencia está en todos lados. Difícilmente haya un lugar social en República Dominicana en que no haya habido un caso de delincuencia. Esto está llegando a que uno sabe cuando sale de su casa, pero no tiene la seguridad y la tranquilidad de que pueda volver sano y salvo. Esto no es nuevo. De hecho, en el 2016, la República Dominicana se encontró entre los primeros cinco países más violentos de la región con una tasa de 20 homicidios por cada 100 mil habitantes. Solo fuimos superados por El Salvador, Honduras y Venezuela (Encuesta Cultura Política, 2018, pág. 149).

Si a lo anterior le sumamos a esa delincuencia común, la delincuencia de cuello blanco, caracterizada por la corrupción y la impunidad, y el sicariato, lo cual tiene un efecto devastador porque los ciudadanos se preguntan ¿la ley es igual para todos? La respuesta es simple: No.

Dieciocho años de gobiernos del PLD han permitido la creación de un clima de inseguridad que se extrapola a todos los niveles de la sociedad dominicana. El gobierno tiene alta cuota de responsabilidad al no establecer las políticas claras y precisas sobre seguridad ciudadana. Desafortunadamente, como quien tiene que asumir las políticas, no da el ejemplo, entonces se hace más difícil su implementación. Así ocurre con la Policía, la Justicia y el Ministerio Público, que no ofrecen la transparencia necesaria en sus actuaciones, caracterizadas más por su parcialidad que por su imparcialidad.

Los altos funcionarios del gobierno, cuyo patrimonio ha crecido a expensas del sacrificio del pueblo dominicano, se han olvidado de sus tareas de gobernar para todos los dominicanos. Solo están interesados en sus negocios particulares, y se han olvidado de la ardua tarea de gobernar al país. Por ello, antes decían que era un problema de percepción, el de la inseguridad, pero hoy día, ya no dan la cara ante el más grave problema que tiene el pueblo dominicano.

La inseguridad ciudadana, conjuntamente con el desempleo, el alto costo de la vida, y la corrupción, son los principales problemas del país. Pero, todo va unido a la ausencia de institucionalidad, que va íntimamente relacionada con la voluntad política que necesita el país para impulsar, entre otros aspectos, la política de seguridad ciudadana que reclaman la mayoría de los dominicanos, para que podamos volver a llevar la paz a los hogares.

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