Opinión Por Antonio Almonte
Lo que sucede es que Edenorte, Edeeste y Edesur, aparte de instrumentos para la acumulación originaria de capitales, expansión del clientelismo y la conformación de una solida pequeño burguesía peledeista han sido, también, efectivas fuentes de financiamiento electoral.
En las elecciones presidenciales de 2012 el Gobierno utilizó el Fondo de Estabilización de la Tarifa Eléctrica (FETE) para realizar una voluminosa transferencia de millones de dólares que en realidad buscaba no solo subsidiar la tarifa, sino también la fase final de la costosa campaña de Danilo Medina. En efecto, durante el trimestre electoral de abril a junio del 2012 el aporte del gobierno al FETE de Edeeste se incrementó en un 46.3% respecto al trimestre enero a marzo del mismo año; el de Edesur creció en 40.2% y el de Edenorte en 28% para un trimestre record en subsidios; en otras palabras, las distribuidoras se fueron de campaña.
De manera casi inútil, con muy pobres resultados, aparte numerosos préstamos de bancos y fondos internacionales, durante décadas los gobiernos del PLD han hecho transferencias del Presupuesto nacional a las empresas distribuidoras de electricidad ascendentes a decenas de miles de millones de dólares, tanto para “subsidio de la tarifa” como para supuestas inversiones en “rehabilitación de redes y reducción de pérdidas”.
Sin embargo, el último estudio de costos y desempeño de esas empresas, realizado en el 2016 por la consultora INECON, de Chile, revela que las tres distribuidoras sumaban gastos operacionales de 351.5 millones de dólares anuales, equivalentes a casi tres veces que tendrían tres distribuidoras eficientes (121.4 millones de dólares) para el mismo trabajo en las mismas demarcaciones geográficas y poblacionales.
Lo que sucede es que Edenorte, Edeeste y Edesur, aparte de instrumentos para la acumulación originaria de capitales, expansión del clientelismo y la conformación de una solida pequeño burguesía peledeista han sido, también, efectivas fuentes de financiamiento electoral. Senadores, alcaldes, diputados, regidores y hasta reelecciones presidenciales se han financiado parcialmente a través de esos “subsidios” y “compensaciones” de pérdidas. Si alguien duda, solo tiene que revisar el histórico de transferencias hechas en cada año electoral desde el 2004 a la fecha.
Un año emblemático de ese populismo derrochador fue el 2012 para empujar a un Danilo Medina rezagado. ¿Se repetirá con el Penco?
Antonio Almonte