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Andrés Merejo Checo, Filósofo, escritor y especialista en Ciencia, Tecnología y Sociedad(CTS), con un doctorado en Filosofía en un mundo global por la Universidad del País Vasco

Artículo tomado del original publicado en Acento.com.do

Salvar la democracia con más democracia, no sepultarla. Es por eso que los debates en política deben ser más participativos, inclusivos y abiertos, no conservadores.

La monomaníaca ambición de poder

La aceleración y la velocidad algorítmica con que pasan los flujos de información en todas las redes digitales y de softwares de inteligencia artificial (IA) nos dicen que ya nada es imprescindible. Quiérase o no, el líder político que piense que no hay nadie para sustituirlo, tarde o temprano terminará linchado por la generación de los nativos digitales y por los que comenzaron a nacer en el contexto de la IA.

Construir la cultura democrática de lo no imprescindible y de lo no indispensable, hace más bien que mal a la democracia, porque contribuiría a que no siga creándose una incultura democrática y el desencanto por esta.

En estos tiempos transidos y cibernéticos en los que habitamos, la democracia entra en el escenario de la fatiga democrática, la cual surge de múltiples factores. Entre ellos, el impacto de las redes sociales, que han alcanzado una difusión masiva y facilitan la movilización, la propaganda, el desarrollo de identidades y la conexión entre personas con intereses similares (Appadurai, 2017).

El cansancio, lo transido de lo democrático, es en parte resultado de esas navegaciones interactivas y dinámicas que se dan en el ciberespacio y que van articuladas con la pérdida de lo que se intenta mantener como cierta soberanía económica, y por demandas sociales inconclusas que muchos líderes políticos no logran resolver a sus ciudadanos; dado que una franja de estos solo se preocupan por acumular capital económico (proveniente de la hipercorrupción) y se olvidan de satisfacer de manera parcial  las demandas sociales de la población.

Estos y otros aspectos son lo que escriben ese nuevo capítulo en la historia mundial de los populismos autoritarios, como bien lo señala Appadurai, y que, según sus afirmaciones, se solapan entre las ambiciones y promesas de sus líderes, por una parte, y la mentalidad de sus seguidores, por otra: “Esos líderes aborrecen la democracia, porque es un obstáculo para su monomaníaca ambición de poder. Sus seguidores son víctimas de la fatiga democrática y ven la política electoral como la mejor manera de salir de la democracia misma” (ibid., p.46).

Es por eso, que los sectores democráticos, que luchan por democratizar la democracia, tienen que trabajar para que algunas de las estrategias que vienen de la ciberpolítica, no sigan siendo aprovechadas por la ultraderecha política, por esos sectores más reaccionarios de la sociedad, que siempre están atentos para socavar los cimientos de la convivencia social y reducir a los ciudadanos a meros consumidores de mercancía.

La lucha por el desarrollo y fortalecimiento de una formación democrática pasa por la comprensión de que las instituciones de derecho ciudadano y justicia social son necesarias, irreemplazables e insustituibles; en cambio, sus dirigentes son pasajeros o como el aire, siempre de viaje, como diría el poeta y filósofo Octavio Paz.

Es fundamental comprender que la democracia conlleva una ciberdemocracia, donde la libertad y el discurso de cada individuo son valiosos. En este contexto, lo que no aparenta ser importante se transforma en un foro para la expresión y la creatividad, permitiendo a los ciudadanos cuestionar el statu quo, fomentando una toma de conciencia crítica y reconociendo que la diversidad es un pilar de la cultura democrática.

En el texto Hackear la política (2019), Mongen y Olivan explican que se debe pasar de una democracia intermitente, reducida a la coyuntura electoral, a una permanente y de implicación, dado que, sin una sociedad democrática, no habrá Estado democrático; de rendición de cuentas y de una ética de sinceridad e integridad por parte de los gobernantes, en la que sus ciudadanos tengan derecho a estar bien informados.

El punto es pasar de una democracia representativa a una participativa, porque lo que se busca es salvar la democracia con más democracia, no sepultarla. Es por eso que los debates en política deben ser más participativos, inclusivos y abiertos, no conservadores.

Partiendo de lo anterior, debemos dejar por sentando que no se pueden echar a un lado temas importantes como fue el caso del primer debate en la historia política dominicana que se celebró entre candidatos, actividad en la que se excluyó puntos importantes como la hipercorrupción, los inmigrantes dominicanos y el mesianismo de creerse ser un líder imprescindible sin relevo. Es bueno señalar, que el hecho de que el presidente Luis Abinader aceptara ir al debate en la presente coyuntura política, sabiendo que le favorece para irse en primera vuelta en las elecciones del 19 de mayo 2024, solo con eso, comenzó a ganar ese debate ante sus opositores; además, el reconocer que la democracia también es rendir cuentas, sin importar el escenario en que se esté.

LaVozDelPRM #SomosPRM #ContigoSomosMejores #YoCreoEnTi #ElCambioSigue

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