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Al conmemorarse hoy el Día de la Constitución, los votos son para que el Texto Sustantivo sea elevado a un pedestal de dignidad y respeto tan alto que no pueda ser alcanzado por ningún interés coyuntural ni pisoteado por el Poder foráneo, porque ese texto sagrado representa el alma de la República.


Opinión

Alma y corazón

Redacción El Nacional

La sociedad dominicana conmemora hoy el 174 aniversario de la Constitución, como el niño que descuida en el traspatio a expensa de agua, sol y sereno a su más valioso juguete, sin que se consolide conciencia entre la ciudadanía de que ese texto funge como alma y corazón de la República y de la democracia.

Desde su angustiado nacimiento, el 6 de noviembre de 1844, con la Asamblea Nacional aguijoneada por la bayoneta de la intolerancia, la Carta Magna ha sufrido 39 cirugías, la mayoría de carácter cosmético, cuyo único propósito ha sido modificar su anatomía al mejor gusto del gobernante de turno.

La semilla de la discordia fue implantada por el presidente Pedro Santana, a los nueve meses del alumbramiento de la República, al obligar a los primeros asambleístas a insertar en su vientre el fatídico artículo 210 que legalizó sus designios tiránicos.

Por ese corredor antidemocrático desfilaron también Báez, Cáceres, Vásquez, Trujillo, Balaguer y otros gobernantes y estadistas que se dejaron seducir por las mieles del Poder o procuraron ampliar el espíritu de la Constitución como garante de derechos y de soberanía.

La Constitución dominicana de hoy viste sus mejores galas al salir del quirófano el 26 de enero de 2010, con modificaciones en su anatomía definida de última generación, como la creación del Tribunal Constitucional, Tribunal Superior Electoral y del Defensor del Pueblo, así como otras figuras de derecho difuso.

Lo que la Carta Magna urge y necesita es el aprecio y admiración de la población, que se traduzca en compromiso de defenderla, de reclamar que se apliquen y se obedezcan todos sus preceptos, en el entendido de que solo así se fortalece la democracia, la justicia, la equidad y la gobernanza.

El liderazgo político debería entender hoy y por siempre que la Constitución no es un sujeto u objeto que puede comercializarse en cualquier mercado, ni una pieza de colección particular, sino el instrumento fundamental de convivencia social o el título jurídico que sustenta a la institución republicana.

Al conmemorarse hoy el Día de la Constitución, los votos son para que el Texto Sustantivo sea elevado a un pedestal de dignidad y respeto tan alto que no pueda ser alcanzado por ningún interés coyuntural ni pisoteado por el Poder foráneo, porque ese texto sagrado representa el alma de la República.

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