Luis Rodolfo Abinader Corona, Presidente Constitucional de la República Dominicana 2020-2028
OPINIÓN por Ignacio Nova
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Ha hecho bien el presidente Luis Abinader al ratificar, ante los asistentes al Desayuno anual de la Cámara Dominico-Americana de Comercio el pasado 26 de marzo, los fundamentos normativos de las relaciones bilaterales establecidos y en desarrollo desde los tiempos de la oposición interna a la Restauración colonial del país, entre 1861 y 1865, a través del general Gregorio Luperón.
En tal enclave, Abinader afirmó, en su calidad de Jefe del Estado dominicano, defender, más que compartir, las ejecutorias del Presidente estadounidense Donald Trump en las esferas de la seguridad nacional y regional, el control de la inmigración, la lucha contra la delincuencia y el narcotráfico y el intercambio comercial justo.
Proviniendo del jefe del gobierno del Estado, tal afirmación y las demás expresadas en torno al tema en ese cónclave, constituyen mandatos directos a los ministerios y entidades oficiales responsabilizadas de aplicar las leyes y realizar las funciones que ellas les confieren, a fin de hacer realidad las líneas-fuerzas instruidas por el mandatario, jefe de la administración pública.

En tal sentido, cada entidad oficial vinculante debería empezar, desde ya, a desarrollar políticas públicas, programas y planes de mutuo beneficio para los Estados Unidos y la República Dominicana y proponerlos, llenando de objetivos y acciones las relaciones bilaterales.
Consolidar desde lo oficial la bilateralidad dominico-estadounidense sería más que un acto de reconocimiento de la realidad: el país debe mucho de su estabilidad macroeconómica a las remesas que recibe de USA y de las exportaciones que despacha a ese destino. En el 2024 —según la Oficina Nacional de Estadísticas, ONE— las remesas desde USA fueron el 80.3% del total, alcanzando US$10,756 millones cuyo crecimiento interanual representó 5.9%. En tanto, desde China, para citar este caso de economía modelo, el país recibió US$0.00 en remesas porque entre ambas no existe vínculo orgánico. Podría decirse que las remesas recibidas por la RD desde USA financian el comercio dominico-chino en 100% ya que desde el gigante asiático RD importó bienes por US$5,399 millones (17.8% de las importaciones totales).
Las exportaciones dominicanas en el 2024 alcanzaron, en millones, US$29,978; siendo hacia USA, el 21.1% de estas (US$6325.39) y, hacia China: 4.7%, equivalente a US$1,408.96.
Como puede apreciarse, para la República Dominicana (RD), el comercio con China es lesivamente no recíproco y, en términos fácticos, una fuente de desequilibrio de la balanza comercial, además de un fuerte contribuyente a un tipo de déficit comercial que, además, acredita las obstrucciones más sensibles al desarrollo nacional.
Cada producto importado que ingresa de forma masiva y a bajo coste (subsidiado) desde cualquier geografía, es un disparo en la sien de las posibilidades de nuestra industrialización.
No hay en estas consideraciones, ni las mueven, deseos de denigrar el significado, importancia y valor de China como cultura, nación o economía. Sólo que, como nacionalista —en los términos recíprocos en que los chinos lo son— este esquema y estado de bilateralidad resulta altamente onerosa para cualquier país en vías de desarrollo, donde sus clases dominantes no hayan renunciado a la oportunidad de construir su propio destino. Del total de productos nacionales dominicanos producidos en 2024, China sólo importó el 3.1% (US$400.62 millones) del total que exportamos.
La precitada asincronía consiste en que, en tanto exportamos a USA bienes que representan el 21.7% del total exportado, China sólo nos demandó el 4.7%. Y en que mientras del país asiático importamos 17.8% del total de nuestras importaciones. Es decir, en términos relativos, por cada peso que China nos compra, nos vende casi tres (2.79). Algo que está muy lejos de la supuesta reciprocidad que como política de sus relaciones internacionales dice ostentar el gobierno chino.
Quedan claras, entonces, las asincronías y grados de reciprocidad reales que mueven el intercambio comercial entre estas tres naciones.
Ministerios como Salud Pública, Industria y Comercio; Economía, Planificación y Desarrollo; Agricultura y Educación Superior, Ciencias y Tecnología, entre otros, podrían aprovechar el significado y función de línea-fuerza estratégica de las palabras del presidente Abinader ante los asistentes al Desayuno Anual de la Cámara Domínico-Americana de Comercio para asumir la tarea de conceptuar, diseñar y poner en práctica políticas públicas orientadas a sustituir importaciones desde aquellas naciones con las que la República Dominicana pueda tener un sensible, no sostenible y negativo desequilibrio comercial.
Admirando lo logrado por China y su voluntad hacia el desarrollo centrípeto y el exclusivo interés nacional, nos motiva emular su sentido patriótico y su nacionalismo radical.
Y como lo que es igual no es ventaja…, todas nuestras energías y recursos deben ser orientadas a lograr el objetivo macro: incrementar la capacidad doméstica de generar riquezas a través de un desarrollo que se traduce en fortaleza y bienestar.
¿Inspirarán a alguien en el gobierno las palabras del presidente Abinader?
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