Opinion – Tirso Mejía Ricart

Está en el tapete la falta de un Pacto Eléctrico y un Pacto Fiscal como los que están establecidos en el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2030; y que se inició con el Pacto Nacional Educativo. Para esos fines el presidente Luis Abinader encargó al Consejo Económico y Social completar la tarea de alcanzar esos pactos sociales.

Pero a decir verdad todo proyecto nacional de desarrollo debe partir de un gran pacto político que establezca los lineamientos institucionales compartidos por los grandes sectores de la vida nacional, para luego implementar esos lineamientos a partir de acuerdos de tipo económico (energía, minas, turismo, finanzas, industria, comercio, etc) y los de carácter social (educación, salud, transporte, viviendas, etc).

Por supuesto que dentro de la visión peledeísta de la política dominicana, el debate político institucional debía darse exclusivamente dentro del Comité Político de esa organización, y más escuetamente dentro del estrecho círculo de la “OTAN”.

De nada valdrían otros pactos parciales, como el Eléctrico y el Fiscal, si hay la posibilidad de que una autoridad omnímoda los anule en la práctica, como fue el caso del Pacto Educativo, que sirvió de base al danilismo para captar el 4% del PIB en una gran operación inmobiliaria que enriqueció a unos cuantos sin que se pudieran exhibir después de ocho años de gobierno algún avance en el desarrollo académico y cultural del país.

El Pacto que requerimos de forma prioritaria es aquel que defina las reformas constitucionales, electorales y de la Justicia que opongan un valladar prácticamente infranqueable a la corrupción, a la impunidad y al continuismo, así como los abusos de poder y las iniquidades que caracterizan a la sociedad de hoy.

Es a partir de un pacto de este tipo que debemos reconstruir el país político, económico y social que deseamos y merecemos como pueblo, por el que se han perdido tantas vidas en sus casi dos siglos de luchas por la libertad y la democracia.

Debemos aprobar ante todo ese pacto, porque es el único que puede impulsar el saneamiento de la vida pública de las lacras que mantienen al país en el subdesarrollo, el caudillismo, la inmoralidad y el endeudamiento progresivo.

Debemos laborar todos para construir los consensos que sean necesarios para que no se repitan en el futuro los hechos bochornosos que tienen su raíz en el continuismo y en el afán de enriquecimiento con el uso del poder del Estado.


Fuente Hoy