Opinión por Orlando Jorge Mera
A la mediación de los partidos se suma, la de la sociedad, a través de movimientos y asociaciones, que obran como canales de acceso de la sociedad a las decisiones del Estado. Son las fuerzas sociales organizadas que participan así del poder.
Cuando Anthony Giddens publicó su obra “La Tercera Vía”, impulsando el triunfo de Tony Blair en Inglaterra, hubo furor en la social democracia como la ocasión para reinventar el Estado de Bienestar.
Muchos anos después, el agravamiento de la pobreza y el creciente deterioro de la democracia provocado en gran parte por el desmonte de esos paradigmas, sobre todo por los brotes del populismo, ha replanteado otra vez la necesidad de perfeccionar este modelo, como propuesta ideológica, política y económica, teniendo la experiencia histórica del siglo 20.
El regreso al liberalismo clásico y a la economía de libre mercado ha creado en el mundo condiciones que, guardadas proporciones, recuerdan las que en su hora dieron lugar a la instauración del Estado social en Europa y Estados Unidos, y a su proyección en América Latina como el Estado de compromiso, promotor de desarrollo, que varias agencias multilaterales impulsaron en la década de los noventa.
El Estado social había sentado sus bases en Suecia, Inglaterra y Francia, cuando la crisis de los años treinta, planteó un desafío colosal. Se trataba de asegurar el pleno empleo y un crecimiento de la economía suficiente para financiar la creciente inversión social del Estado.
Entonces el modelo keynesiano se ofreció como solución económica y puntual de la hegemonía política de la socialdemocracia en Europa occidental y como ingrediente capital del “New Deal” en los Estados Unidos. Esta sería la brújula de los gobiernos de todos.
Por razones distintas, claro, pero asociados en el mismo efecto de descalificar el modelo, marxistas y neoliberales parecen coincidir en la concepción del Estado como aparato que oprime y subordina a la sociedad. El Estado ofrecería la imagen de un parásito que ceba a una burocracia inútil, pero que sirve, en todo caso, a intereses privilegiados.
El “New Deal” de Roosevelt dibuja el perfil del Estado Social en Estados Unidos, mientras Suecia se erige en la estrella del modelo y en Inglaterra, cuna del poderoso laborismo, surge la teoría científica del Bienestar. Derrotado el nazismo y a partir de la segunda posguerra, el Estado social adopta la figura de Estado de bienestar. El viejo enfrentamiento con los totalitarismos se resuelve ahora en una nueva disyuntiva: liberalismo o socialdemocracia.
El Estado regula a la sociedad y esta a su vez, regula al Estado. Mientras mas poder exhibe aquel para regular la economía, mas pugnan los intereses económicos y sociales por influir en las políticas públicas. En una sociedad de organizaciones, son estas las que representan los intereses sociales.
A la mediación de los partidos se suma, la de la sociedad, a través de movimientos y asociaciones, que obran como canales de acceso de la sociedad a las decisiones del Estado. Son las fuerzas sociales organizadas que participan así del poder.