Los partidos debemos convertirnos también en instituciones transparentes donde la comunicación fluya, desde y hacia adentro, llegando hacia afuera, como voz poderosa de verdades y decisiones compartidas. ¡Qué orgullo, para los medios de comunicación dominicanos y para el PRM, que seamos un “estudio de caso” en el ejemplo de pulcritud y de confianza recíproca en Latinoamérica


El PRM y los medios de comunicación

Por:Yvelisse Prats Ramírez de Pérez

Fue una casualidad o una “diosidencia” como la calificaría mi hija catecúmena. El sábado 22 de septiembre, el Partido Revolucionario Moderno cubrió con su presencia vibrante 26 provincias del país.

En nombre del PRM, intelectuales “orgánicos”, en términos gramscianos, transformativos, diría Giroux, viajaron, acompañados por los enlaces y encargados respectivos, hablaron a la misma hora, con el mismo propósito, con el mismo sentido, hicieron un análisis de la situación del país.

Los charlistas se convirtieron en portadores de la Buena Nueva de la esperanza, la posibilidad de un gran pacto social que asomó ya en la participación del PRM en la Marcha del Millón.

Encuentros como el de ese sábado abren una vía bien dirigida para llegar y triunfar en el 2020, y empezar a cumplir los compromisos contraídos de sustituir el modelo de gobierno injusto y desinstitucionalizado actual.

Ese mismo día, por eso me referí al azar, yo acababa de releer un libro, editado por la Fundación Alemana Konrad Adenauer: “Impacto de los Medios de Comunicación en la Política”.

La obra contiene 18 capítulos, cada uno presenta un análisis temático, tratado por especialistas europeos y latinoamericanos. En dos o tres de ellos se presenta un “estudio de casos”.

Soy hija y esposa de periodistas, y maestra y política de profesión. La comunicación ha sido, es aun para mí no solo herramienta esencial, también una pasión, una misión.

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La comunicación es parte de mi ideología, puesto que al relacionarse, los seres humanos entre sí con palabras, con letras, con gestos, o icónicamente, quiebran la barrera de la incomprensión a la otredad, se le asume como enriquecimiento, y se construye la solidaridad, uno de los valores del socialismo democrático que profeso.

El libro que releo refuerza algunas impresiones que me causó cuando lo leí por primera vez. Me detuve precisamente el sábado 22 de septiembre, en el capítulo que analiza la amenaza que se cierne sobre la humanidad con el control de los medios de comunicación social que impone el mercado, o sea el neoliberalismo.

La disección que hace el autor del ensayo al cuerpo de estos medios cooptados por los intereses del poder político o de los poderes fácticos, deja visible un cadáver descuartizado, perdida su identidad.

No solo se venden las empresas propietarias de esos medios, también muchos de los comunicadores que aquí llamamos “bocinas”.

Más grave aún, como efecto de las alabanzas y de los embustes o “pos verdades” que se escriben o emiten, se compra también indirecta e insidiosamente conciencias.

El emisor “vende” un producto, sea este un objeto de baja calidad o un mal candidato, y los receptores, embobados por las falsas cualidades lo adquieran alineados por una propaganda mercantilista.

Y como el rey mercado no solo divulga, sino privilegia la vulgar compra y venta, ese negocio atropella valores en nombre de la ganancia en las campañas políticas. Este análisis, que es lógico, conlleva a una hipótesis: un partido, unos candidatos, por buenos que sean ellos y sus programas de gobierno, no logran proyectar su imagen tan positivamente como algunos otros, con mayor capacidad adquisitiva.

Gracias a Dios, no hay absoluto en el planeta, por tanto, no lo hay en nuestro país. En República Dominicana existen empresarios de la comunicación aun serios, cronistas y comentaristas honestos, y ciudadanos que no comulgan con ruedas de molino.

El peligro, sin embargo acecha, porque el neoliberalismo ha hecho del mercado una cultura sistémica.

Por eso, para que los medios de comunicación responsables, y los comunicadores profesionales nos perciban, y nos tomen en cuenta, deben persuadirse de que lo que prometemos no son patrañas, sino certezas.

Los partidos debemos convertirnos también en instituciones transparentes donde la comunicación fluya, desde y hacia adentro, llegando hacia afuera, como voz poderosa de verdades y decisiones compartidas.

Esa comunicación luminosa, abierta, se propone, se construye con jornadas como la que realizó el mes pasado mi partido.

Los perremeístas analizamos el presente dominicano, que es nuestro escenario de acción. No nos quedamos atrapados en el diagnóstico y oímos, y articulamos propuestas.

Esa comunicación de doble vía entre militancia y dirección es la mejor credencial que el PRM presenta ante los medios de comunicación social de nuestro país. Eso garantiza que somos distintos y estamos unidos.

Esa percepción, esa confi anza, esa seguridad, calmaron los miedos que me asaltaron al releer el libro de la Fundación Konrad Adenauer.

Unidos, en una visión doctrinaria, proclamando nuestros objetivos y presentando programas de gobierno progresistas a los medios nacionales de comunicación, los serios rechazaran el clientelismo, nos abrirán sus páginas y micrófonos.

¡Qué orgullo, para los medios de comunicación dominicanos y para el PRM, que seamos un “estudio de caso” en el ejemplo de pulcritud y de confianza recíproca en Latinoamérica!

¡Una derrota al mercado!