Cándido Mercedes Colunnista de Acento.com.do y miembro de Participacion Ciudadana Fotos: Carmen Suárez/acento.com.do Fecha: 19/05/2014

El delincuente político requiere un conjunto de personas para poder transgredir y cometer su crimen. Necesita asociarse y a veces realizar lo que se llama Captura del Estado.Todo el entramado para construir una arquitectura financiera, tales como: enriquecimiento ilícito, blanqueo de dinero, falsificación de documentos, prevaricación, malversación de fondos, tienen que darse dentro del Estado, que va a encontrar su soporte si se descubre en una franja de otro poder del Estado: la Justicia. La Delincuencia Política, es lo que la Sociología Criminal denomina: Delitos de los Poderosos “que son aquellos en los que la autoridad que confiere una posición es utilizada con fines delictivos, como cuando un funcionario acepta un soborno para favorecer una determinada política”. Se da allí donde los funcionarios capturan el Estado para hacer negocios particulares y realizar triangulaciones empresariales y financieras desde el Estado.


Opinión

Delincuencia política: Cultura y estructura social

Por Cándido Mercedes

La delincuencia desde una mirada de la Sociología, es una de las formas más desafiantes y desgarrantes del comportamiento desviado, de la desviación social. La delincuencia política o Delitos de los poderosos desde el Estado, es la manifestación más significativa de una cultura dada, respaldada en un poder político determinado.

La delincuencia política no obra en el vacío, no es una mera abstracción, no se construye arbitrariamente, sino que es fruto de una estructura social que la crea y recrea. Esto es, tiene su base material en un marco institucional que la bosqueja más allá de las normas establecidas. La delincuencia política, por su sistematicidad, permanencia, calado y sustentación, forja una subcultura del delito que desborda la cultura de la sociedad. Su asiduidad, su recurrencia es tal que hace que la misma aparezca como normal y la normal se relieve como excepción y como anormalidad en extinción.

La delincuencia política en la sociedad dominicana se ha venido enraizando en la conciencia colectiva, que además, encuentra respaldo en los distintos poderes fácticos, en gran medida por la estructura económica. La delincuencia en general es un acto punible en una situación social determinada. El crimen o el delito ofrendados son, frente a un cuerpo de normas o intereses establecidos que han creado las expectativas de conductas que se espera de cada individuo. La delincuencia tiene un fuerte componente estratificacional.

En Dominicana, la delincuencia marcadamente sociológica, aquella que es consecuencia de los mayores niveles de necesidades, dada la situación económica y de exclusión, encuentra prontamente respuesta de parte de los aparatos coercitivos del Estado: Policía y Justicia. En cambio, la delincuencia política o los delitos de los poderosos es referencial, que es modelo, que es más visible mediáticamente y que hace más daño al tejido social de la sociedad, no encuentra eco de respuesta en las manos de los aparatos coercitivos del Estado.

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La delincuencia en general, es individual y social. La delincuencia política es intrínsicamente colectiva y por ende social. El delincuente político requiere un conjunto de personas para poder transgredir y cometer su crimen. Necesita asociarse y a veces realizar lo que se llama Captura del Estado, que es la capacidad de los actores involucrados para cambiar las reglas establecidas; vulnerables para sus beneficios particulares y no para la sociedad.

En las cárceles dominicanas hay alrededor de 26,500 presos, de los cuales solo dos correspondían a la delincuencia política y ya salieron en libertad. Esto quiere decir, que la sociedad dominicana es muy débil, muy frágil frente a la delincuencia política. Es más fácil someter a la cárcel a un alto empresario que actuó en el Delito de Cuello Blanco o Delito Empresarial, afectando a la empresa y evadiendo el fisco, que a un político delincuente que desde el primer instante afecta a la sociedad Lo más grave de la delincuencia política es que ella destruye lo poco o lo mucho del entramado institucional. Afecta la vida social y la confianza en las instituciones porque el delincuente político se tiene que servir de ellas directamente.

Todo el entramado para construir una arquitectura financiera, tales como: enriquecimiento ilícito, blanqueo de dinero, falsificación de documentos, prevaricación, malversación de fondos, tienen que darse dentro del Estado, que va a encontrar su soporte si se descubre en una franja de otro poder del Estado: la Justicia. Por eso la delincuencia política tiene que ver mucho con la estructura social y con la cultura.

Usted no podría imaginarse que en Chile, en Costa Rica, en Uruguay, Perú, Panamá, pudiera verificarse el caso de Félix Bautista y que pasara lo que hasta ahora ha acontecido. En Chile el hijo mayor de Michelle Bachelet tuvo que renunciar porque aceptó un préstamo de un banco privado. Ella no era Presidenta todavía. Justo el día que ganó las elecciones le otorgaron el préstamo al hijo. En Panamá un Expresidente de la Suprema Corte de Justicia está siendo juzgado por no demostrar el origen de su fortuna con la que compró una vivienda. En Perú, Toledo está siendo ventilado en los tribunales porque la madre de su esposa compró una vivienda suntuosa, de varios millones de dólares. En Costa Rica, recientemente, había dos Expresidentes presos, uno de los cuales se vio obligado a renunciar de la Secretaría General de la OEA. En España, vimos como la cantante Isabel Pantoja está presa, más de 1,700 personas han sido conducidas judicialmente y hasta la Infanta, hermana del Rey ha sido requerida. En Estados Unidos, un influyente Senador, Robert Menéndez, con más de tres periodos en el Congreso ha sido sometido por la Justicia, donde los fiscales anticorrupción le imputan 14 cargos de corrupción. Finalmente el Expresidente Ricardo Martinelli de Panamá se le acaba de quitar la inmunidad para ser conocidos expedientes de corrupción.

¿Qué explica que allí las instancias judiciales prosperen y prevalezcan y aquí los delincuentes políticos sigan actuando como personas “honorables” y anden por las calles abrazando y saludando como si nada de lo que se le imputa fuera cierto?

Es la calidad de los políticos nuestros, es el grado de decencia real internalizado de los poderes fácticos; es la ausencia de compromiso cierto con la sociedad; es la cultura del clientelismo que se derrama desde el Estado según la estratificación social de cada persona beneficiada. Así, desde el más encumbrado socialmente, pasando por la clase media hasta llegar al más depauperado de la pirámide social, encuentran su “lógica de argumentación para justificar al delincuente político”. Aquí solo los delitos de poca monta cometidos por los pobres logran eco institucional.

Los delitos de Cuello Blanco son los delitos que cometen los que pertenecen a los sectores sociales más acomodados, a menudo contra los intereses de las empresas y van también en distintas dimensiones: fraudes fiscales, elusión, evasión, prácticas ilegales de ventas, ventas de medicina falsificadas, ventas de inmuebles en el aire, compras de pleitos a obreros. Estos afectan a la sociedad, sin embargo, sus autores van menos a la cárcel. El delito de Cuello Blanco se expresa en la esfera de los profesionales, realizando actividades ilegales.

La Delincuencia Política, es lo que la Sociología Criminal denomina: Delitos de los Poderosos “que son aquellos en los que la autoridad que confiere una posición es utilizada con fines delictivos, como cuando un funcionario acepta un soborno para favorecer una determinada política”. Se da allí donde los funcionarios capturan el Estado para hacer negocios particulares y realizar triangulaciones empresariales y financieras desde el Estado. Se produce cuando puede cambiar las reglas del juego, para beneficio propio y de particulares cercanos.

La delincuencia política o el delito de los poderosos, solo puede cambiar si exigimos un real Estado de Derecho y proclamamos a mil voces la proscripción de la corrupción, establecido en el Artículo 146 de la Constitución.

Cándido Mercedes

Por Cándido Mercedes

Sociologo. Experto en Gerencia. Especialidad en Gestion del Talento Humano; Desarrollo Organizacional y Gerencia Social y Sociologia Organizacional. Consultor e Instructor Organizacional. Catedratico Universitario. Director Maestrias de Administracion y de Recursos Humanos, de La UCE.

Fuente Acento