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El autor es periodista y magister en derecho y relaciones internacionales. Reside en Santo Domingo.

Aquí se  está transitando  una ruta peligrosa para el futuro de la democracia dominicana si los actores del sistema político continúan desafiando y contrariando las disposiciones y resoluciones emanadas de la Junta Central Electoral (JCE).

Eso no es prudente,  al  más alto tribunal electoral de la República Dominicana no se le puede estar sometiendo  a cuestionamientos públicos tan desagradables. ¿Qué es lo que se busca, que es lo que se quiere?.

Por lo que se ha visto, leído y escuchado a través de informaciones, mensajes y comentarios sobre la Junta Central Electoral, en los medios de comunicación y las redes sociales; se pudiera entender que algo no muy sano se pudiera estar gestando, maquinando.

Es cierto que el organismo electoral incurrió en un exceso institucional infantil al dar a conocer de manera pública una disposición administrativa que prohibía el proselitismo a los partidos políticos que  a todas luces carecía de asidero jurídico y legitimidad de las instancias correspondientes.

Pero al margen de todo eso y la  controversia que esta medida ha levantado en ciertos sectores de opinión pública no se puede llegar al extremo de poner contra la pared a la JCE con chismes, intrigas y rastrerías politiqueras que lo único a que conducen es al deterioro de la  imagen de los hombres y mujeres que la componen.

Y  que no vengan con la cantaleta que de lo que se trata es de una discusión jurídica, de visiones diferentes sobre la interpretación de la Constitución de la Republica Dominicana, que aquí no hay soquete.

Acaso se olvidan esos sectores que están en esa pugna ciega, que  ese organismo del Estado es el responsable de preparar y organizar el próximo 20 de mayo del 2020 las próximas elecciones en esta media Isla del Caribe. ¿Qué pasa si lo desautorizan, desobedece y desacredita?  Que es lo que se quiere, repito?.

A los que están en ese camino que abandonen esa senda y que no piensen que porque no se vean sus caras, nadie los identificará, aquí todo el mundo se conoce, se sabe de qué equipo juega y para qué banda  batea.

Esto hay que detenerlo, hay que proteger a la Junta Central Electoral, no se puede continuar por ese derrotero; hay que evitar corroer lo más sagrado que debe poseer un tribunal que administre las elecciones en cualquier país del mundo:  la  credibilidad y la confianza.

Fuente: Almomento