Editorial de Acento

Las nuevas generaciones han emergido como protagonistas de este tiempo político. Con apenas poco esfuerzo en las redes sociales pueden alcanzar la posiciones más encumbradas en algunos países, como acaba de ocurrir en El Salvador, donde el joven Nayib Bukele derrotó a los dos partidos tradicionales, dejando en tercer lugar al gobernante Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, al que perteneció y por el que fue alcalde de San Salvador.

¿Qué están reclamando las personas y los nuevos tiempos? Personas responsables, que sean honestas y sinceras en las propuestas políticas que formulen, y que por más extravagantes que estas puedan ser, las cumplan. Parece estar claro que la gente se cansó de escuchar promesas vagas, de redención, de prosperidad y de bienestar sin que al final se pueda conseguir nada. Es la mera promesa de un paraíso que nadie ha llegado a conocer.

Los problemas ideológicos parece que no tienen relevancia en esta época. La honestidad personal, el interés por los asuntos que nos afectan directamente son más importantes que la vida íntima de los políticos. La gente quiere políticos que no se comporten como los tradicionales, porque se hartaron de la política a la vieja usanza. Gente con tradición de trabajo. Eso fue precisamente lo que catapultó a López Obrador en México, su interés personal en los asuntos que dañaba a los jóvenes, a las mujeres. Nunca ningún candidato presidencial había obtenido tantos votos. En Brasil fue el hartazgo con los políticos tradicionales, sus mentiras, sus amarres para delinquir y robar, su control del aparato estatal para su particular beneficio. Esa rabia acumulada le dio todo el poder a Jair Bolsonaro, sin importar la extravagancia de su discurso.

¿Y qué ha pasado con los políticos alternativos? Que han seguido haciendo la política tradicional, han continuido construyendo un discurso de ilusiones y no han sabido mostrarse como parte de la sociedad a la que defiende o dicen defender. En nuestro país tenemos políticos alternativos, de izquierda, con el mismo discurso de hace 50 años, 40 años. No han cambiado un ápice su manera de analizar los fenómenos, no han cambiado críticamente el marxismo como forma de ver la economía y la política (lo que es estrictamente antimarxismo), y son tan conservadores y atrasados como lo son los políticos recalcitrantes de la derecha.

La otra cosa: el oportunismo político es notable en la conducta, el discurso, el comportamiento de quienes aspiran a posiciones electivas. Aspirar a un cargo y gastarse 10 millones de pesos en una campaña para ocupar una posición en la que devengará lícitamente 4 millones de pesos en el período de gestión, es éticamente cuestionable. No es cierto que en política todo se vale.

Utilizar la diatriba como forma de atraer simpatías tampoco es rentable. La mejor propaganda de un político es una buena gestión al frente al Distrito Municipal, o como regidor, alcalde, diputado, senador, gobernador o como funcionario del Estado. Nada sirve mejor de propaganda para un político que su paso por una posición pública. Es lo que ocurrió a Nayib Bukele en El Salvador, y de alguna manera es lo que está sucediendo con algunos funcionarios de menor jerarquía en la República Dominicana.

La política ejercida por personas de las nuevas generaciones está transformando las viejas formas de analizar y ejercer la política. Algunos tendrán añoranzas del pasado, pero lo que está ocurriendo demanda un aggionamento de los políticos que utilizan las viejas artes en los tiempos de hoy.

Fuente Acento