Santo Domingo, República Dominicana Fotografía: © Anie Olivo

Opinión

Por: Héctor Paz Lázarus
Consultor y catedrático universitario

La corrupción tiene un efecto perverso sobre la sociedad. En Google encontré la definición de la palabra perversa: “aquella persona que hace daño intencional y sistemático a otra”.

Hace un tiempo relacioné dos índices. El Índice de Desarrollo Humano (PNUD), que mide el grado de desarrollo de la educación, la salud y el ingreso per cápita de un país. Oscila de 0 (país altamente subdesarrollado) a 1.00 (país altamente desarrollado). Y el Índice de Percepción de Corrupción del Sector Público (Transparencia Internacional), que oscila de 0 (país altamente corrupto) a 100 (país altamente transparente). Al hacer la relación de ambos con datos de 130 países, se dio una correlación fuerte entre ellos (70%), por lo que los países más transparentes cuentan con mayor desarrollo humano, mientras que los países más corruptos cuentan con menor desarrollo humano.

¿Por qué se da la relación? Primero, la corrupción distorsiona la asignación de recursos, ya que el gobierno privilegia proyectos de aquellos que dan pagos ilícitos. La desviación de recursos agrava los problemas sociales, pues los que no tienen voz en la política pública no obtienen favores especiales. Este es el caso del IHSS, el acto de corrupción más perverso en la historia de Honduras. Hubo tres crímenes. Primero, los actos de corrupción que se dieron. Segundo, se jugó con algo sagrado: la salud de los derechohabientes, que tuvo daños colaterales, como el deterioro del servicio, de la atención médica, del equipo y escasez de medicinas. En internet se escribe sobre muertos por la calamitosa condición del IHSS. Tercero, hubo dejadez de aquellos que sabían y no hicieron nada. El IHSS tenía una junta directiva, que debió hacer mejor su papel en la dirección del Instituto, mientras que el director fue nombrado por una autoridad superior.

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En este caso no se han tratado los daños colaterales ni la indiferencia. El mismo presidente de ese entonces confesó que habían detectado la corrupción el año previo, pero que no hicieron la intervención para evitar un relajo previo a las elecciones presidenciales, justificándose que se necesitaba consolidar la democracia (La Prensa, 19-7-2014). Al no intervenir en su momento ¿permitió que el asalto al IHSS continuara? Solo en Honduras se justifica la corrupción en nombre de la democracia, cuando más bien la corrupción devasta las instituciones en que se debería basar una democracia auténtica.

Cuando fui gerente financiero de una institución rendía cuentas mensualmente a su junta directiva, cuyos miembros eran muy preparados y diligentes. No levantaban solamente el brazo para aprobar lo que proponía la administración. Preguntaban, discutían civilizadamente, investigaban y pedían más información antes de tomar una decisión. El resultado: las auditorías externas independientes anuales resultaban en una opinión limpia sobre la situación financiera de la institución. Igualmente, la junta rendía cuentas a la Asamblea de Socios.

Segundo, la corrupción incrementa los costos de transacción en una economía.

Las empresas y los individuos tienen que dar pagos adicionales para facilitar sus trámites. Muchas empresas y emprendedores optan por operar en el sector informal porque resulta caro permanecer en el sector formal. Además, si para llevar adelante un proyecto del gobierno se tiene que dar una “comisión” al que decide sobre la ejecución del proyecto, entonces esto es condenable e incrementa los costos de transacción, en detrimento de la eficiencia económica. En la publicación Haciendo Negocios (Banco Mundial) se revela que Honduras ha mostrado una mejoría de varios puestos en los últimos años, pero aún con retos en facilidad para iniciar un negocio, obtención de permisos de construcción, registro y protección de propiedad y protección de los contratos. La seguridad jurídica y ciudadana, deben mejorar notablemente para reducir los costos de transacción y potencializar la economía.

Finalmente, la corrupción vuelve la política económica y la acción institucional impredecible, pues están a merced de los grupos que capturan el gobierno.

La incertidumbre es un daño grave para una economía, ya que las empresas no invierten y los consumidores gastan menos, con lo cual se debilita la economía y no se generan empleos. Esto pasó en el 2006-2009, cuando la política económica y la actuación del gobierno se tornó errática. Actualmente, la política económica ha tenido continuidad y se ha avanzado en estabilidad macroeconómica, mejorado el clima de negocios y fomentado la competitividad del país. En materia de lucha contra la corrupción se muestra dinámica voluntad para atacar este mal, asumiendo compromisos nacionales e internacionales en esta materia, aunque inquietan las últimas revelaciones sobre Honduras de InSight Crime, publicadas en su sitio web.

La lucha contra la corrupción e impunidad debe continuar. Si no se erradica este mal desde sus raíces, incluyendo el tratamiento e investigación de la procedencia de los fondos para financiar campañas políticas y la lucha contra el narcotráfico, seguiremos viviendo en un círculo vicioso de pobreza, que puede resultar en una oleada de inestabilidad social porque unos pocos se llevan la poca riqueza del país.

Llama la atención la flexibilidad y lentitud de las instancias competentes en acusar, procesar y condenar a los múltiples actores públicos y privados,así como con tratar otros casos de alto impacto.

En fin, la corrupción e impunidad conducen a subdesarrollo y dañan la democracia, generando un entorno donde la población desconfía de  las instituciones que deben velar por su bienestar y cuidado.

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Por: Héctor Paz Lázarus
Consultor y catedrático universitario

Fuente La Tribuna